un racimo de recuerdos
colgado en la cocina
justo encima del fogón del alma
a la entrada de la tristeza
un viento que amanece en vela
soplando, soplando
no duerme
y al llegar el día
sigue soplando
llenando de frío
y de agonía
las entrañas recalcitrantes de la memoria
una estepa en el alma
un lupanar en las sienes
y una noche sin tregua
en un petate mugriento
en donde la virginidad se discurrió
al toque del alba
dejando una mácula escarlata
entre los placeres fortuitos
y un billete
convertido en orgasmo
encima del tocador
al día siguiente
la misma historia
ya sin la mácula escarlata