martes, 6 de octubre de 2009

popule meus

Dicen
que dicen
que dicen
que es el más viejo de la nación,
incluso más que la nación misma.
Pueblo de vapores
e incendios vespertinos,
de frescura
y aromas matutinos,
de lamentos
y espantos nocturnos.
Pueblo de hombres cavilosos,
trabajadores y sudorosos;
de mujeres lúcidas
y rostros enjutos,
miradas profundas
y severas;
de mujeres arropadas
por un luto perpetuo
más rígido que la noche;
pueblo de niños macilentos,
con miradas sufridas
y benignas,
mejillas forradas
por un manto de mugre
y desilución.

Pueblo
como cualquier otro pueblo,
pero diferente
como ningún otro pueblo.
Pueblo que es la memoria del país,
el registro civil de las fiestas,
de las guerras,
de las visiones.
Pueblo-libro
donde son anotadas
todas las cosas que ya han sucedido
y las que aun están por suceder.
Escritas en las páginas amarillopálido
de los vetustos libros
que se adormecen en la biblioteca municipal
o en las memorias titilantes
de los ancianos taciturnos
que adornan los portales sobajados
de las casas que se reparten
a lo ancho y a lo largo de la comarca.

Pueblo santo.
Pueblo elegido.
El nuevo pueblo de Dios.
Sus calles transpiran celo apostólico,
sus murallas derraman amor religioso.
Pueblo bendecido.
Escogido de Dios.
Luz de los gentiles.
Pueblo de santos y buenos sacerdotes,
de venerables y entregadas vírgenes,
siervas y mártires.
Lleno de hombres y mujeres de bien,
donde abunda el temor de Dios
más que los guijarros en los caminos.

Pueblo de piedad y misericordia,
donde el pobre come,
donde la viuda y el huérfano son sustentados
por la mismísima mano de Dios
a través de los buenos y abundantes samaritanos
que anidan en el pueblo.

Pueblo de santidad.
De sus entrañas polvorientas
han nacido mártires y profetas,
visionarios y místicos
que han dejado un maravilloso mensaje
de entrega sin par
a la labor de la Santa Comición.

Pueblo de vigilias pascuales,
de Via-Crucis y procesiones,
de adoraciones nocturnas,
diurnas
y perpetuas.

Pueblo.
Pueblo.
Pueblo.
Pobre como San Lázaro,
pero rico en manos y sudores.
Pueblo de zapateros,
panaderos,
peluqueros,
herreros,
curtidores,
talabarteros,
obrajeros,
carpinteros,
huisacheros,
curanderos,
sastres
y hasta marineros.

Pueblo de ánimas en pena
que deambulan por los caminos resecos
cuando las puertas y ventanas se cierran
al último toque de ánimas,
y desaparecen
con los primeros rumores del alba
al rezo del Angelus.

Pueblo variopinto,
multiforme.
Pueblo de pueblos.
Pueblo que duerme
en el rostro de los viejos
entristecidos ante el ocaso de la vida;
que despierta en las caras
de los niños juguetones
—flacos o rechonchos;
que sonríe en la adustez de sus mujeres
—agónicas,
robustas,
párvulas,
púberes,
maduras,
lozanas.
Claras,
morenas.
Altas,
pequeñas.
Alegres,
tristes.
Pueblo de mujeres.
Mujeres de pueblo.

Pueblo de casas contrahechas,
orientadas hacia el descanso del suelo.
De fachadas humildes
—la mayoría—,
de madera,
de palma,
de piedra,
de barro...
anchas,
lóbregas;
altas,
deplorables;
imperfectas
y cálidas;
toscas
y frágiles,
a merced del viento
o de las ominozas
temporadas de huracanes.
Parecen estar de pie
por gracia de la Misericordia.

Pueblo seco.
Las lluvias se someten
y obedecen los límites
que le demarcan las estaciones:
las secas.
las aguas.
Aquélla
más extensa que ésta.
Las gargantas del pueblo se secan,
se agrietan
y de sus hendiduras emanan
la necesidad y la precariedad.

No importa.
Nada importa
cuando se vive de la gloria
y de la gracia,
de la abundancia del amor de Dios.
Avemarías con huevos.
Plátanos con Padrenuestros.
Tres Credos como merienda.
Un memorare con té de canela.
La religión se deja tragar
cuando los alimentos escasean.
Los frutos de la piedad,
la perseverancia
y la paciencia
son más dulces
que las peras y las manzanas.

Popule meus.
Amado de Dios.
Amado de sus habitantes.
Popule meus.
Enterrado en la memoria
del mundo moderno,
pero vivo en el recuerdo de todo aquél
que ha caminado por tus calles.
Popule meus.
Nadie sabe desde cuando
estás anclado sobre el suelo firme.
Tal vez nadie lo llegue a saber.
Mas el día de tu destrucción
ha sido escrito desde antes que nacieras:
cuando la honra a tu Dios
sea borrada
de tus pensamientos primeros.